Anime bajo censura – de The Next Generations Radio
Escrito por El bixo de Maxi el 9 de octubre de 2014
La censura, uno de los mayores archi-enemigos del otaku (y de cualquier amante de la libertad de expresión), sea cual sea el género. Últimamente vuelve a hablarse mucho de ella debido a la –incoherente- censura de uno de los animes más exitosos de la temporada: Tokyo Ghoul. Irritantes sombreados estratégicamente situados y escenas con los colores invertidos, dando lugar a psicodélicos negativos, se convierten por momentos en auténticos suplicios. Sin embargo, nada de esto es nuevo.
Desde los años ‘70, buena parte del anime nos ha llegado tras pasar por las tijeras de la censura; una censura promovida sobre todo por el grupo italiano Mediaset, que exportaba las series ya manipuladas a otros canales televisivos europeos, motivo por el que los fans a menudo nos vemos forzados a esperar a esas improbables ediciones en DVD para disfrutar de la versión original. Ejemplos hay muchos: cuando en el año ‘78 se estrenó Mazinger Z, TVE emitió sólo 36 capítulos de los 96 que tenía en total, y además salteados. Se eligieron los que se consideraron menos conflictivos, evitando temas como la muerte de algunos personajes o la violencia “gratuita”. Dragon Ball es otro caso mítico, donde la sangre aparecía, desaparecía o cambiaba de color.
Por lo general, la censura resta valor a la obra original, modificando no sólo la forma, sino también el contenido de la misma, aunque a veces se produzcan casos curiosos. Koni Chan, anime plagado de guiños lingüísticos y culturales, fue adaptado en México por sus propios traductores y dobladores con una libertad creativa casi absoluta, metiendo referencias a algunos de sus trabajos anteriores y chistes propios. No es esto lo más habitual, y para demostrarlo haremos un breve repaso de los casos más frecuentes de censura:
Violencia: aquí se incluye todo, desde armas de fuego, sangre o muertes, a palabras obscenas o simples gestos que muestran una expresión agresiva. En Naruto se elimina la sangre y algunos rostros molestos; lo mismo sucede en Pokémon o en One Piece. En Sonic X se considera desaparecida a Marie Robotnick, quien en realidad había muerto; en la versión estadounidense de Gundam SEED, Andrew Bartfeld posee un arma que dispara… discos. Aquí en el Estado español, Telecinco eliminó también 4 minutos del capítulo 26 de Bateadores, donde uno de los protagonistas fallece al salvar a una niña que es atropellada, algo que se repitió en Candy Candy con el capítulo 24, por lo que TVE dejó de comprarla.
Desnudos: otra censura recurrente. En Love Hina había demasiado vapor en los baños termales, Shin-chan también pasó por la tijera, y en la emisión española de Juana y Sergio, serie sobre el voley-ball, se eliminaron todas las escenas en que la protagonista se duchaba (porque claro, nadie se ducha, y menos aún los niños). Ranma 1/2 no corrió mejor suerte: muchas escenas fueron censuradas y se modificaron muchas tramas y diálogos.
Tabaco y alcohol: uno de los casos más sonados es el de Sanji, personaje de One Piece al que se le cambia su cigarrillo por un chupa-chups. Al maestro Roshi de Dragon Ball le modifician su cerveza de color para que parezca una especie de refresco. Los nombres de ciertos locales también son retocados a veces, para que dejen de ser bares o clubes nocturnos.
Sexualidad: uno de los casos más conocidos es el de Sailor Moon, donde la relación entre Michiru y Haruka, y Zoisite y Kunzite, abiertamente homosexual, fue modificada de distintas formas. En España, Zoisite y Kunzite fueron «primo y sobrino» y Haruka y Michiru, primas, mientras que en Portugal, EEUU y Latinoamérica, Zoisite fue interpretado como una mujer. Algo parecido sucedió en la saga Sailor Moon Stars, donde un grupo masculino llamado Three Stars se transformaba en las Sailor Starlights femeninas. Considerando que lanzaba mensajes subliminales de travestismo y transexualidad, en España y Latinoamérica alteraron esta parte de la trama, mientras que en EEUU esta temporada no fue emitida y en Italia se modificó el doblaje para que parecieran personajes diferentes. En este tipo de censura, también resulta recurrente aumentar las edades de algunos personajes, para que no parezcan sexualmente “precoces”. En Pokémon, el personaje James, del Equipo Rocket, aparece con senos en un capítulo que fue removido en su totalidad de la emisión norteamericana. Mizuro Jidai no llegó a emitirse en el Estado español, pero en Italia modificaron la historia y los diálogos del episodio en que la protagonista, una niña de 13 años, tiene su primera menstruación, dando lugar a grandes confusiones.
Tradiciones japonesas: en general, en los años ‘90 se intentó tapar todo lo referente a la cultura japonesa, incluso ciertas tradiciones como las ceremonias del té o los propios nombres de los personajes; pero al final era más complicado de entender porque muchas veces ponían el nombre en español y el apellido se quedaba en japonés, o cambiaban el nombre al personaje en varias ocasiones a lo largo de la serie. La comida japonesa tampoco se salva en muchos países, cambiando las conocidas bolas de arroz por simples sándwiches.
Parte del problema, más allá de la brecha cultural, es que el anime continúa considerándose como un producto infantil fuera de Japón, un tópico por lo general tan extendido que resulta realmente difícil de combatir: sin un público adulto que lo reclame y sea capaz de compensar la inversión, la única solución que queda es adaptarla para franjas de menor edad. Tampoco podemos negar que la sociedad japonesa está habituada a tratar temas complejos incluso en edades tempranas: la muerte, la violencia y la guerra son constantes en muchos animes no especialmente adultos, brindando importantes reflexiones que ayudan a explicar una parte más del mundo y de la existencia en sí misma. «Es lógico que queramos proteger a nuestros hijos, pero muchas veces los dibujos animados pueden ayudarnos a que ellos entiendan situaciones importantes en la vida, como el proceso de la muerte. Normalmente intentamos evitarlo, y luego cuando al niño se le muere el hámster se lleva un shock mayor…», comentaba en una entrevista José Luis Puertas, de la empresa distribuidora de animación japonesa Yowu Entertainment, ubicada en Barcelona.
Y a pesar de todo, Japón tiene uno de los índices de violencia callejera más bajos del mundo. Resulta curioso que EEUU sea uno de los países que mayor censura imponen a sus contenidos, cuando a la hora de la verdad las estadísticas a nivel de criminalidad juegan en su contra. De hecho, el control de armas de fuego en Japón es el más estricto del mundo democrático. Incluso la policía antidisturbios deja sus armas en la comisaría, y las masas de manifestantes que se enfrentan a ella también prescinden de armas modernas. En vez de eso, ambas partes estudian tácticas militares tradicionales, empleando formaciones compactas de personas. Cuando a principios de los ‘70 algunos manifestantes lanzaron cócteles molotov y usaron pistolas artesanales, la policía antidisturbios aumentó sus protecciones pero continuó sin abrir fuego, y en 1972, los estudiantes que se manifestaban volvieron a comportarse según el “código de honor” y las armas de fuego desaparecieron. Estando la policía desarmada, los criminales les corresponden. A día de hoy, en un año normal las fuerzas policiales de Tokio sólo disparan alrededor de media docena de veces en su totalidad.
Pero los factores a tener en cuenta con respecto a la censura no sólo se localizan fuera del país nipón, sino que también recaen sobre las propias distribuidoras japonesas, que olvidan por completo su producto una vez sale de su país y no añaden cláusulas con respecto a la edición original, algo que sí hiciera Ghibli cuando cedió los derechos de sus cintas a Disney, exigiendo que se mantuviera todo el contenido original. Sin embargo, no es el único estudio que ha dado el do de pecho: 4Kids, por ejemplo, es una compañía de licencia norteamericana que desde 1992 se ha encargado de importar, traducir y distribuir los anime japoneses con mayor potencial comercial en los Estados Unidos, como Pokémon, Dragon Ball Kai, One Piece y Yu-Gi-Oh!. Sin embargo, sus políticas de censura para hacer el producto viable de transmisión en horario para menores son tan severas, que llegan a atentar contra la esencia misma del producto. Durante su adaptación de One Piece, aclararon la piel a uno de los personajes en un alarde de racismo. Por fortuna, los japoneses le invalidaron la licencia de la serie a y fue cedida a FUNimation, quienes continuaron censurándola, pero a un nivel mucho más bajo.
Muchos miramos con nostalgia a los ’90 y nos preguntamos por qué ya no llega tanto anime como entonces, cuando podíamos encontrar prácticamente a cualquier hora montones de series de animación japonesa en canales de señal abierta. Desde luego, no se debe a que en Japón se haga hoy menos anime que entonces; sin embargo, la censura fuera de su país de origen ha ido obligando a las distintas distribuidoras a modificar las series que adquirían para poder retransmitirlas en horario protegido o a emitirlas en franjas intempestivas, cosechando mucho menos share, lo que unido a la piratería y a Internet, cada vez resulta menos rentable. Como consecuencia, también las productoras japonesas se han visto forzadas a regular su contenido, con el fin de hacer más viable su compra por parte de distribuidoras extranjeras. A los inevitables intereses comerciales, hay que sumarles la polémica ley 156, también conocida como “ley anti-otaku”, que entró en vigor en Japón en julio de 2011.
Esta ley prohíbe la venta a menores de manga, anime o videojuegos que promuevan comportamientos “inmorales” o ilegales, donde el añadido “aplicación prudente de la ley a la luz de cualquier valor artístico, social, científico o satírico que la obra pudiera expresar”, no queda matizado oficialmente. Sin embargo, sí que se eliminó del proyecto definitivo un pasaje que prohibía la pornografía infantil (un detalle curioso, teniendo en cuenta que la ley se promovió en principio como herramienta contra la afición por el lolicon, que asociaciones como UNICEF consideraban promotora de la pederastia). Aunque hubo miles de e-mails en respuesta por parte de los ciudadanos contra la ley 156 y la industria presentó una petición con más de 150.000 firmas en contra de la resolución, se aprobó finalmente en diciembre de 2010.
Por la naturaleza de la ley, los géneros más afectados son el seinen, el shojo y el yaoi, y aunque sólo es efectiva en Tokyo, afecta a nivel nacional, ya que la mayoría de empresas no tienen la capacidad de realizar dobles lanzamientos de sus contenidos. Con ella se prohíbe la representación de “las violaciones y otros actos sexuales que violan las normas sociales”, y por supuesto también de la homosexualidad, quedando relegados a “material para adultos” si así lo dictamina el amakuradi, organismo compuesto por burócratas jubilados. Como consecuencia, muchos productos de esta clase han sido cancelados o distribuidos por vías alternas, llevando a muchos estudios y editoriales a la autocensura, y llegando a eliminar algunos títulos antiguos todavía en distribución.
El principal promotor de esta ley fue Shintaro Ishihara, gobernador de Tokyo desde 1999 con el LDP (Partido Liberal Democtrático) hasta 2012, que tiene en su haber una larga lista de declaraciones y comentarios xenófobos, homófobos, misóginos o que atentan contra minorías. En 2001 declaró en una revista que «las mujeres mayores que no están en edad reproductiva son inútiles y su existencia es un crimen», y ha reiterado que «los extranjeros viviendo en Japón causarían el caos si hubiera alguna tragedia, como un terremoto», o que «el francés no puede ser considerado un idioma internacional porque no sirve para nada». A los gays los considera genéticamente defectuosos y merecedores de lástima, y afirma que no deberían aparecer en televisión. Sus polémicas declaraciones sobre el manga y sus aficionados («muchos aficionados al manga llevan vidas decadentes, sin ninguna meta», «deberían conocer mujeres reales, que responden cosas inesperadas y son más interesantes y adorables») provocó el boicot de un gran número de empresas a la Tokyo Anime Fair 2011, bloqueado la aparición de cualquier anime bajo sus licencias. Resulta curioso que este autocrático censor sea sin embargo autor de varias novelas de alto contenido erótico que incluyen escenas de violaciones en grupo entre colegialas (eso no es defectuoso ni merecedor de lástima, al parecer).
En fin, un tema para reflexionar al respeto, ¿es la censura una solución o parte del problema? ¿De veras es efectivo ocultar ciertas realidades para superarlas, o más bien al contrario? ¿Conseguiremos que se respete al público adulto que visionamos anime, para que así las distribuidoras puedan mantener su esencia y no adapten sus contenidos a otras edades? Como siempre, en parte las respuestas dependen de nosotros.
See you space cowboy/cowgirl!
«Escrita por Angela»
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